No sabemos estar solos. No es un secreto que somos seres sociales, preferimos indudablemente estar en grupo y hacer actividades así antes que estar solos.
Desde hace miles de años que esta ha sido una elección de sobrevivencia, al estar con más personas podíamos estar a salvo de distintos peligros. Y, sin embargo, aunque el contexto ha cambiado y ahora un depredador no te verá como presa fácil y correrá a atacarte si estás solo, aún mantenemos ese miedo de quedarnos en completa soledad durante mucho tiempo.
De hecho, es usual que se nos haga triste la idea de estar solos. Ir al cine solos, hacer una reserva en un restaurante para uno, pasar el rato a solas por decisión, no porque no tengas planes o no haya personas disponibles. Estar sólo contigo porque quieres estarlo. Muchos de nosotros no podemos estar así ni un momento, creemos que, al estarlo, todos los demás pensarán: ¡Qué pena! ¡Pobrecito, está solo! Y esto sólo refleja nuestro gran miedo propio a la soledad.
Pero, ¿Por qué tememos tanto estar a solas? ¿Será en verdad la soledad una bruja o un monstruo del que debemos huir? ¿De qué realmente estamos escapando?
Muchas personas podemos tener un concepto distorsionado de la soledad, por lo que para dejar de escapar debemos empezar a entender que hay distintos tipos y, en definitiva, no es lo mismo decir “estoy solo” que “me siento solo”. Por lo que puede que no sea tan mala como parece y merece que le demos una oportunidad.
La soledad física, es cuando te encuentras solo en un espacio, no hay nadie, no tienes compañía, sin embargo, puedes no sentirte solo al estar acompañado mediante dispositivos con otras personas.
La soledad emocional, para mí, es una de las más dolorosas (si es que no es la principal), se da cuando te encuentras con personas físicamente, en una relación, con amistades o familiares, pero te sientes solo. Esta soledad genera mucho dolor pues te encuentras en compañía, sin embargo, no hay conexión, intimidad ni compromiso y se genera un sentimiento de vacío en las relaciones. Requiere mucha empatía y comprensión, pues es difícil de entender.
La soledad transitoria, es esta que sentimos al terminar una relación importante para nosotros, cuando nos mudamos a un lugar donde no conocemos a nadie o incluso, cuando empezamos un nuevo trabajo. Muchas veces genera sufrimiento, porque te sientes solo y no quieres sentirte así, pero este sentimiento se va progresivamente cuando llegas a conectar con otras personas en la nueva situación o contexto en el que te encuentras.
La soledad crónica, en cambio, no se da por una situación específica, sino cuando se te dificulta conectar con otras personas y te aíslas. El aislamiento es muy diferente a la soledad. No importa con quién o dónde estés, te sientes solo. Este aislamiento genera mucho daño a la salud física y mental y requiere de ayuda de un profesional.
Y, por último, la soledad positiva, es el tipo de soledad al que todos debemos anhelar, hace referencia a la soledad por elección, no hay carencias de algo. Es una soledad voluntaria que nos ayuda a reforzar el autoconocimiento, la autoestima y te permite conectar contigo mismo, lo cual es un requisito indispensable para poder conectar con otras personas. Recuerda, es más difícil crear relaciones saludables con otros cuando no se tiene una relación sana con uno mismo primero. Esta soledad te ayuda a poner límites cuando lo necesitas y te da tu espacio de reflexión y autocuidado diario. Es la soledad que no da miedo, es la soledad que es tu amiga.
Empezar a cambiar nuestra perspectiva de la soledad y practicar espacios donde puedas estar a solas contigo mismo, es una tarea importante para acercarnos a la soledad positiva. Todos necesitamos un espacio y una relación de seguridad y confianza, con alguien que nunca nos vaya a abandonar y siempre vele por nuestro bienestar. Haz que esa relación sea contigo. Nadie te va a cuidar mejor. Hazte amiga de tu soledad.
You Might Also Like